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Sobre evolucionismo y comportamiento humano (página 2)



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El antropólogo evolucionista C.Lloyd
Morgan
en 1896 rechazaría la tesis
lamarckista. Sin embargo matizó la cuestión: los
hábitos no se heredan sino que son aprendidos, pero en la
formación de cualquier hábito, inciden componentes
instintivos. Comenzaba a estudiarse el aprendizaje.
En 1896 E.L.Thorndike continuaba los proyectos de
Morgan. Ya no interesaba tanto observar cómo se expresan
las emociones, lo que
llevó a Darwin al estudio
de hábitos ya constituidos, sino cómo se forman o
se producen los hábitos.

Desde 1900 la biología fue cada vez
más rotunda en que nada de lo que un organismo adquiera en
su tiempo de vida
individual se transmite a la descendencia. Los genes determinan
las características de los individuos y sólo
cambian al azar (mutaciones), después el medio se encarga
de la selección
según las características adaptativas. Por tanto
también las variaciones genéticas de la conducta ocurren
por azar.

Finalmente, en nuestros días, entre los
psicólogos y los biólogos se ha llegado a
consensuar la existencia de determinados condicionantes innatos
(fisiológicos) que limitan lo que un organismo puede
aprender, dando lugar a conductas distintas en cada
especie
. Pero los instintos y su relación con los
hábitos siguen siendo motivo de polémica entre
ambas disciplinas. Siendo la vinculación e influencias
entre lo hereditario (biología) y lo aprendido
(psicología)
un nexo difícil de
trazar.

Ciertamente la razón ha ido
ganándole terreno al instinto a lo largo de la
historia
evolutiva del ser humano, que la razón es un mecanismo
adaptativo de la especie humana, hoy, ya nadie lo duda; pero como
al igual que las demás capacidades adquiridas, no se
hereda, su papel en la historia biológica del hombre no
está claro. A medida que los seres humanos nos hemos ido
volviendo más racionales hemos ido perdiendo una parte
importante de nuestra dotación instintiva, pero no sabemos
si el instinto no podrá volver a recobrar el dominio del
hombre algún día. Eso dependerá de lo que
sea más adaptativo para la sociedad y la
cultura, que
son nuestros medios
ambientes, aunque quizá los elementos actuantes en la
selección natural tengan que operar hoy, bien conjunta o
antagónicamente, con los elementos actuantes de una
selección cultural. A diferencia del resto de los animales el
hombre modifica enormemente el medio en el que vive y eso influye
notablemente en sus posibilidades de supervivencia.

 

2. DARWIN Y LA LUCHA
POR LA VIDA
:  UN CONCEPTO
MALINTERPRETADO.

En el capítulo III de El Origen de las
Especies
, titulado La lucha por la existencia, en su
segundo apartado, subtitulado La expresión -lucha por
la existencia- se emplea en sentido amplio
, se nos explica la
ambigüedad del término de la siguiente manera: "Debo
señalar ante todo que uso esta expresión en un
sentido amplio y metafórico, incluyendo la dependencia de
un ser respecto de otro, e incluyendo (lo que es más
importante) no sólo la vida del individuo,
sino también el éxito
al dejar descendencia. De dos animales de la especie de los
cánidos, en tiempo de carestía, puede ciertamente
decirse que luchan uno contra el otro por cuál
conseguirá comer y vivir.

Pero de una planta al borde del desierto se dice que
lucha por la vida contra la sequedad, aunque más
propiamente se debería decir que depende de la humedad. De
una planta que anualmente produce un millar de semillas, de las
que tan sólo una, por término medio, llega a la
madurez, puede más ciertamente decirse que lucha contra
las plantas, de la
misma clase o de
otra, que ya cubren el suelo. El
muérdago depende del manzano y de algunos pocos árboles
más, pero sólo puede decirse en un sentido muy
amplio que lucha con esos árboles, porque, si demasiados
de esos parásitos crecen en el mismo árbol,
languidece y muere. Pero de varios pequeños
muérdagos creciendo juntos y cercanos sobre la misma rama,
más ciertamente se puede decir que luchan entre sí.
Como el muérdago es diseminado por los pájaros, su
existencia depende de ellos, y puede metafóricamente
decirse que lucha con otras plantas frutales, tentando a los
pájaros para que devoren y por tanto diseminen de ese modo
sus semillas. En todos estos muchos sentidos, pasando de uno a
otro, empleo
siempre, por razón de conveniencia, el término
general de Lucha por la Existencia (*)".

Darwin emplea las expresiones Struggle for life y
Struggle for Existence como sinónimos, como
demuestra que sea lo primero lo que de acuerdo con el texto anterior
realiza una planta al borde de un desierto y lo segundo lo que
llevan a cabo dos canes enfrentados por alimentarse.

Dependecia, cooperación o ayuda mútua,
éxito al dejar descendencia, éxito en la
supervivencia en el medio ambiente
o adaptación al medio, son algunos de los muchos sentidos
que cobra la expresión general Lucha por la Vida.
Sin embargo, un único sentido se ha erigido en
predominante, el que identifica la lucha por la existencia
con la competencia a muerte entre dos organismos vivos,
caso ejemplificado en el texto anterior por los canes que luchan
entre sí por ver cuál de ellos morirá de
hambre y cuál de ellos conseguirá comer y
sobrevivir. Tal caso presupone una carestía tal que
tan solo existiesen recursos en el
medio para la supervivencia de uno de los dos (no de ambos), y
sin embargo, es esa la idea de darwinismo social
más simple y extendida.

Dicha acepción, considerada única,
sitúa y solidifica el sentido de lucha por la vida,
entendido como competencia mortal, como esencia de un
mundo capitalista caracterizado, sin embargo, por la
excedencia de producción, es decir, por la existencia de
recursos de sobra para la supervivencia de todos los organismos
humanos involucrados en la tarea de vivir. Por tanto, al no darse
situaciones reales de carestía sino de desigualdad,
el darwinismo social, así entendido, no tiene
ningún fundamento biológico, no implica ninguna
ley natural
inmodificable y necesaria como la del movimiento de
los planetas, sino
que refleja una ideologia
exclusivamente convencional y cultural, si bien vigente en
nuestros días. Es algo que los seres humanos han
establecido y que ellos mismos puede destruir, transformar,
reformar o modificar.

Los canes no pueden hacer nada para variar su
situación, es una ley de la naturaleza, solo hay
alimento para uno de ellos y el otro debe necesariamente morir.
Cabría el caso de que los dos muriesen en la contienda,
pero no parece que el ejemplo de Darwin contemple la posibilidad
de que los dos sobrevivan, porque en tal caso, inevitablemente,
lo harían.

El hombre es el único animal capaz de morir de
inanición en un entorno de abundancia (así como es
el único animal capaz de competir a muerte por la
adquisición de bienes
superfluos para la supervivencia) y así poder
quizá demostrar su libertad
frente al instinto y la determinación natural. Y esto es
así porque es el único que ha podido inventar la
propiedad privada, es decir, establecer una
convención que tan sólo ciertos reaccionarios
medievalistas consideran, todavía hoy, como un derecho
natural
, como si el derecho fuese algo más que
una serie de convenciones construidas por los hombres
(derecho positivo).

 

3.
EVOLUCIÓN Y AYUDA MUTUA.

Según Philip Kitcher (2) la selección
natural pudo favorecer los comportamientos cooperativos. Recoge
así, sin citarla, la tesis que ya defendiera Kropotkin (3)
en el siglo pasado, la idea de la ayuda
mutua
operante en la selección natural,
según la cual, en su más amplia formulación,
significa, que la especie más solidaria tiene más
probabilidades de sobrevivir y la menos cooperativa
menos.

Nuestros comportamientos morales dependen en su mayor
parte de la cultura pero también están relacionados
con la biología. "Según una versión
simplista, aunque muy extendida, de las ideas darwinianas, la
selección natural es, ante todo, un mecanismo que favorece
a los seres fuertes, crueles y carentes de escrúpulos. A
todo lo largo de este siglo, los biólogos de la evolución se han preguntado por la
posibilidad del altruismo concebido como la tendencia de un
organismo a adoptar comportamientos que favorecen la reproducción de otros organismos en
detrimento de su propia reproducción… Robert
L.Trivers… sugirió que, incluso entre organismos no
emparentados, los que adoptan un comportamiento
altruísta podrían ser favorecidos por la
selección natural en caso de que este comportamiento fuera
recíproco: un organismo hoy donante podría verse
beneficiado mañana; la ayuda mutua que se prestan ambos
organismos aumenta, a largo plazo, sus posibilidades de
reproducción (4)". En 1980, aplicando el conocido dilema
del prisionero al medio evolutivo, Robert Axelrod, en
colaboración con William D.Hamilton, descubrió que
el resultado era el mismo: "Para un individuo, lo peor es
cooperar con alguien no cooperativo. El resultado es menos malo
si ninguno de los dos coopera, y es mejor en caso de
cooperación mutua (Ibid.)". Las investigaciones
primatológicas más recientes indican que la
tendencia a la simpatía es más que una mera
hipótesis teórica.

La cooperación también se impone como
medio de supervivencia, no sólo las características
morfológicas individuales y particulares, pero Philiph
Kitcher plantea el problema de imaginar que pasaría en una
población cooperativa que es invadida por
otros animales explotadores sin escrúpulos. En tal caso
"cuando los explotadores constituyen mayoría, los
individuos que se deciden a actuar sólos y rechazan las
interacciones con otros se ven favorecidos por la
selección. La cooperación podrá reaparecer
en el momento en el que los asociales hayan eliminado a los sin
escrúpulos (5)". Sin embargo nos quedaría el
problema de un grupo,
cooperativo entre sí, pero no cooperativo respecto del
resto.

Puede responderse diciendo que las relaciones entre los
grupos
funcionan de manera análoga a las de los individuos y
también se les podría aplicar el dilema del
prisionero. La tendencia que Freud
intuyó como Eros y que se caracteriza por una
cooperación cada vez más omniabarcante es ya hoy
una posibilidad biológica descriptivamente contrastada.
Habría que investigar si la agresividad puede definirse
exclusivamente como negación de cooperar en determinadas
circunstancias o si, con Freud nuevamente, deberemos orientarnos
hacia otros mecanismos naturales de carácter opuesto que expliquen el
componente biológico de la agresividad.

NOTAS:

(1) Darwin, C. La expresión
de las emociones en los animales y en el hombre
(1872).
Alianza Editorial. Madrid 1984.
(El libro de
Ch.Bühler y otros El desarrollo del
niño pequeño
. Buenos Aires,
Paidos 1966. Incluye el artículo de Darwin
Esbozo biográfico de un bebé (1877) que
contiene las observaciones de Darwin sobre su primer hijo: texto
original en Internet
A Biographical Sketch of an Infant).

(*) The Term, Struggle for
Existence, used in a large sense
. "I should premise that I
use this term in a large and metaphorical sense including
dependence of one being on another, and including (which is more
important) not only the life of the individual, but success in
leaving progeny. Two canine animals, in a time of dearth, may be
truly said to struggle with each other which shall get food and
live. But a plant on the edge of a desert is said to struggle for
life against the drought, though more properly it should be said
to be dependent on the moisture. A plant which annually produces
a thousand seeds, of which only one on an average comes to
maturiry, may be more truly said to struggle with the plants of
the same and other kinds which already clothe the ground. The
misletoe is dependent on the apple and a few other trees, but can
only in a far-fetched sense be said to struggle with these trees,
for, if too many of these parasites grow on the same tree, it
languishes and dies. But several seedling misletoes, growing
close together on the same branch, may more truly be said to
struggle with each other. As the misletoe is disseminated by
birds, its existence depends on them; and it may metaphorically
be said to struggle with other fruit-bearing plants, in tempting
the birds to devour and thus disseminate its seeds. In these
several senses, which pass into each other, I use for
convenience´sake the general term of Struggle for
Existence".

(2) Revista Mundo
Científico
nº181, julio/agosto 1997.
Etología: El origen de la moral por Philip
Kitcher
, págs.608-611.

(3) Kropotkin El apoyo mutuo. (Un
factor de la evolución
). Ediciones Madre Tierra. Madrid
1989.

(4) Mundo científico,
Op.cit.pág.609.

(5) Mundo científico,
Op.cit.pág.610.

 

Simón Royo Hernández

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